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“Apenas es la una y siete minutos”: Es el momento de la reflexión

«En la Plaza Mayor de Bogotá vivía un pobre hombre. Un demente. Un hombre alto, excesivamente delgado para su tamaño. Vestía una casaca azul, de patriota, con muchísimas condecoraciones y un pantalón inmenso, ancho, que sólo alcanzaba a cubrirle las rodillas. Andaba descalzo alrededor de la Plaza, dando arengas en una lengua extraña que todos creían jerigonzas. En su cabeza un yelmo y, en su cara, la barba, larguísima, en perilla.  Le pusieron el sobrenombre de Longanizo».

Néstor Caballero

Dicen que no hace daño el que quiere sino el que puede, pero una vez que ese ser nos ataca se produce en nuestro interior una duda, una lucha que se instala y de la que no siempre salimos bien librados.Photobucket

«El 8 de mayo de 1830, después de despedirse de Manuela Sáenz, Simón Bolívar abandona Bogotá camino de Cartagena, no sin que en una de las calles de la capital un grupo de exaltados se alineara a su paso para gritarle con acento desafiante y soez: ¡Longanizo!, aplicándole el epíteto con el cual se calificaba a un loco que por aquellos días vagaba por las calles disfrazado de militar (…) se veía obligado a abandonar la capital acompañado de un silencio hostil sólo interrumpido por aquellos gritos» (Indalecio Liévano Aguirre)Photobucket

Este hecho anecdótico  que le pasó a Bolívar según el historiador marabino Lombardi Boscán pudo quedar ahí en un hecho más de los que vivió el Libertador a lo largo de su vida, pero sirve para contar la obra teatral «Longanizo»,  escrita por Néstor Caballero  en 1988, un monólogo donde coloca a Bolívar en sus últimos minutos de vida para hacer un repaso de algunos hechos relevantes del Padre de la Patria, desde el lado humano.Photobucket

En la obra, Bolívar evoca a los seres femeninos que más significaron en su vida: La primera  de ellas María Teresa del Toro, quien falleció joven y quedó como el sueño idolatrado de un amor  en matrimonio que se vio interrumpido por la muerte;  Manuela Sáenz, quien fue la pasión desenfrenada, y a la que dedica una parte cargada de erotismo y sensualidad dentro de esta obra teatral, la joven Ana Lenoit, considerada la última mujer que buscó antes de morir,  sin dejar de lado o sin olvidar la figura de María de la Concepción Palacios y Blanco, la madre, presente en todo momento como una imagen inacabada en un caballete que él pinta mientras transcurren sus últimos momentos.Photobucket

Este monólogo que ha sido presentado en diversas ocasiones y lugares, estuvo en la sala experimental del Centro de Estudios Latinoamericanos Casa Rómulo Gallegos  (Celarg) con la actuación de Alexander Rivera, bajo la dirección de Dairo Piñeres y la producción del grupo Teatral Séptimo Piso, que celebra sus 17 años de vida artística con esta propuesta.Photobucket

Si bien la obra plantea el resumen final de la vida de Bolívar, cuando es la una y siete minutos de aquel 17 diciembre, resalta el puesto que le da a sus mujeres, más que a las batallas y la conquista de la libertad de los países bajo el yugo español,  porque humaniza a este personaje que a veces llegamos a endiosar creyendo que los próceres de la independencia eran súper hombres, que siempre se caracterizaban por ser perfectos.Photobucket

Y ese punto – el de la perfección – es el que más reciente este Bolívar cuando  recuerda  «un día… mientras me paseaba por una callecita embarrada de Bolivia, de pronto salió un indio del altiplano y me lanzó una bosta de burro que me estalló aquí, en el costado izquierdo. La bosta pegó en mis costillas mientras el indio me gritaba: ¡Longanizo!.  El indio se fue alejando sin dejar de mirarme a los ojos. Le dije al edecán que lo olvidara, porque el que no olvida, no perdona y no perdona es que no comprende. Que nunca ha comprendido. ¡María Teresa, Manuela, Ana! ¿Saben que comprendí, saben que vi en el rostro de ese indio? ¿Saben que veía él en mí mientras me mirabPhotobucketa? ¿Saben que esperaba de mí? La perfección». Por eso es que no hace daño el que quiere sino el que puede, ese que sabe llegar a tocar la fibra de los seres humanos porque nada puede dolerle más a uno que sentir que ha decepcionado a quienes le seguían sinceramente, no por intereses personales, ni ganancias que se cobran a posteriori.

A la tumba uno se lleva lo bebido, lo comido y lo bailado, y eso es lo que más recuerda este Bolívar: los amores, pero también la desolación, la traición y la  tristeza de ver que al final de la vida no se entendió el mensaje que quiso dar.Photobucket

La acción imaginada por el dramaturgo y que Piñeres refleja en escena coloca al espectador  en un lugar todo cubierto de arenas, con montículos o elementos de diferentes tamaños, para que nada nos dé una idea exacta  del lugar en que nos encontramos, tal vez porque es la mente de un genio apunto de apagarse y que está acosado por los recuerdos.Photobucket

Desmitificando ese Bolívar que nos han querido vender en las clases de historia, y más allá de panfletos que usa el gobierno de turno para hacernos creer que el Libertador era uno más de pueblo, hasta con facciones negroides o mestizas, el  personaje creado por  Caballero nos ofrece una mirada a un hombre de carne y huesos – no por eso menos excepcional por lo que logró – haciéndolo más cercano a la población, que puede pensar que si él lo hizo posible entonces ¿porqué  nosotros no podemos ser un poco libertadores?Photobucket

Aunque siempre he considerado a Dairo Piñeres un “puestista de escena”, con grandes aportes visuales en sus montajes, más que un director de actores aquí hay que reconocer un trabajo bien logrado de compenetración de Rivera con la creación del dramaturgo, permitiendo al público ver en escena a un ser perturbado, dolido, frustrado, y también con una gran carga erótica al hacerle el amor a Manuela Sáenz, representada por una patilla. También el movimiento del actor posibilita que el publico colocado a los lados del escenario – como si se tratase de una pasarela donde Rivera es el modelo principal – puede visualizar los movimientos y expresiones del actor, que incluso llega a caerse – desconozco si intencionalmente – debido a la intensidad del parlamento y esa personalidad obsesiva que se busca plantear en las tablas.Photobucket

La música – de Juan Pablo García  –  la iluminación – de Alfredo Caldera – y la atmosfera de la escenografía – a cargo de Héctor Becerra – llena de humo, crean el ambiente para poder escuchar y ver  a este personaje que durante una hora aproximadamente cambia de estados de ánimos como quien muda de ropa, incluso se viste y desviste – hasta quedar desnudo – para nuevamente ponerse su uniforme con el que será recordado, junto a una capa negra, como el héroe que fue y que como tal se despide de la escena, que es la vida diciendo: ¿Tendrá sótanos y cadenas la eternidad? ¡Pues vamos a marcha forzada a descubrirlo!Photobucket

Bolívar, así como todos los próceres,  fue un hombre con aciertos y puntos oscuros que debe ser analizado en su justo valor, ni con la pluma edulcorada de quieres lo admiran, ni con la hoz de quienes lo adversan, sino entendiendo que fue alguien que vivió y padeció una circunstancia que no es la nuestra actual, aunque algunos quieran que sea así.Photobucket

El amor del hijo por la madre fallecida cuando tenía 7 años es plasmado al final de la obra, cuando lee una carta escrita para ella donde lo que demuestra es un gran vacío, a pesar de los triunfos, de los amores, siempre tuvo un hueco  y por ello le escribe una carta donde expresa que quería “llamarla… mamá. (PAUSA CORTA) Doña Concepción… Madre… Mamá… deme su bendición aunque sea llorada y… béseme… abráceme… abráceme, pero abráceme duro y cada vez más duro. Abráceme hasta usted. (PAUSA) Su hijo”.Photobucket

El montaje del grupo Teatral Séptimo Piso debe servir de reflexión para poner en contexto la vida y obra del venezolano más ilustre, recordando que otros también hacen su aporte al país, desde los deportes, la ciencia, la política y que todos somos necesarios para  el desarrollo del país, seamos blancos, negros, mestizos o longanizos porque como dice la canción de  las gemelas mexicanas Ivonne e Ivette «todos son iguales a los ojos de dios», o esa es mi Visión Particular.