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Ni tan santa ni tan diabla, solo de rojo empecinado

Magdalena acude a terapia. Se presenta ante el psiquiatra porque cree que su libido ha decaído hasta no sentir nada,  producto de los abusos tanto  carnales como políticos de parte de su esposo Esteban.

Magdalena es una esposa cualquiera, de formación social demócrata, con un matrimonio aparentemente feliz, pero como sucede con las apariencias, no todo es lo que uno cree.

Magdalena se siente mujer, se siente un animal sexual, que aunque víctima de su marido, no es esa la mosquita muerta que quiere hacerle creer al psiquiatra.

Pero ¿quién es Magdalena?, ella, enfundada en un vaporoso  vestido rojo y con las hormonas más que a flor de piel, no es otra que la actriz Virginia Urdaneta, que asume, una vez más, el personaje protagónico en Soliloquio en Rojo Encendido.

Esta pieza, escrita por José Gabriel Núñez hace ya algunos años especialmente para la actriz, está de vuelta en el Ateneo de Caracas – en La Colina – durante tres fines de semana, los días 8, 9, 15, 16 22 y  23 de octubre, en la sala María Teresa Castillo.

De entrada parece una obra teatral con un alto contenido sexual, que en realidad lo tiene, pero más allá de eso, hay un deseo en Magdalena por justificar sus pasiones, su manipulación, sus aspiraciones pequeño – burguesas, y una necesidad de controlarlo todo, aunque, como es propio de las mujeres, haciéndose las víctimas pero sabiendo que son ellas las que tienen el sartén en la mano.

Ojo, la obra no es feminista, ni machista, realmente es un llamado de alerta a ciertas relaciones, a ciertas actitudes que se ven a diario en muchos hogares  donde la mujer  no se atreve a  decir lo que revela Magdalena, y que por eso termina, en muchos casos, siendo la reina de la elaboración de arepas.

 Miradas para todos los gustos

Como contaron en petit comité tanto la actriz como el autor, la obra tiene varias interpretaciones, eso lo hace actual y contemporánea, aún cuando la pieza ya tiene más de 15 años desde que  José Gabriel Núñez la plasmó en el papel, como parte de un espectáculo integrado por dos piezas: Soliloquio en Negro Tenaz, escrito para   Gladys Cáceres, y Soliloquio en Rojo Encendido, escrito para Virginia Urdaneta y que estrenó en la Sala Juana Sujo de La Casa del Artista, por los años 80.

Sin entrar en muchas explicaciones, que eso se lo dejo a los espectadores,  que a esta altura ya deben tener curiosidad sobre lo que sucede en el montaje, diré que lo que vemos en el escenario puede ir desde la más cruda realidad de lo que le pasa a una mujer casada, pero menospreciada – tanto sexual como intelectualmente – por su marido, hasta la fantasía femenina más intensa que puede concebir mente alguna, pasando por el juego de roles en una pareja para reavivar la chispa perdida, aunque entre juego y juego se aproveche el momento para denunciar y decir cómo se siente ella, frente a una figura que no existe o que puede ser sencillamente el público que la está viendo.

El amor convertido en rutina, el machismo político y sexual, son puntos que en el caso de Magdalena – que en el fondo es una mujer controladora – llevan a  la protagonista a querer algo diferente, a querer hacer las cosas de manera diferente, aunque ello la lleve a un baño y a un hippie.

Al final de los cuarenta minutos, más o menos, que dura Soliloquio en Rojo Encendido los espectadores no sabrán, como decía otro espectáculo, si lo que vio lo soñó  o si el sueño fue de otro que lo involucró a uno, porque como escribió Pedro Calderón de la Barca: La Vida es un sueño.

José Gabriel Núñez logra con fino humor negro que el público deguste en la intimidad una cercanía con el artista, pueda escuchar y vivir lo que le pasa a Magdalena y ¿por qué no? sientan lo que a ellos mismos les está pasando en su relación de pareja.

Es un teatro de texto, con mucho de comercial y mucho de reflexión, un espectáculo que si bien en su puesta no es totalmente redondo, permite que el espectador pueda ver más allá y sacar algunas conclusiones personales.

Soliloquio en Rojo Encendido culmina su temporada en el Ateneo de Caraca este fin de semana del 22 al 23 de Octubre, si le picó la curiosidad véala, que es una buena alternativa  cultural, pero si aún no está convencido, siga leyendo.

Una actriz Pirandeliana

Si Luigi Pirandelo (Agrigento, Sicilia, Italia, 28 de junio de 1867 – Roma, 10 de diciembre de 1936) tuvo a 6 personajes que buscaban a un escritor,  Virginia Urdaneta es una actriz que busca un director.

Conversar con Virginia Urdaneta es hacer un repaso por la televisión y el teatro de Venezuela de los últimos años. De constante presencia en los set de los canales de televisión, cuando se hacían novelas y producciones dramáticas en Venezuela, es mucho lo que ella conoce de ese mundo, del que los recuerdos no siempre son buenos, pero igual forman parte de su aprendizaje.

Soliloquio en Rojo Encendido le permite a ella variar dentro del montaje y hacer versiones, ya que la obra ha pasado por un proceso de revisión, al igual que lo hace la protagonista sobre las tablas.

El hecho de la televisión, mezclado con estas revisiones de la obra, junto a su vida personal – con altas y bajas como nos pasa a todos – ha hecho que Virginia Urdaneta sea más exigente, y al igual que a Magdalena, no todos le sirvan, no todos estén a su altura.

Sentados en la terraza del Ateneo de Caracas, con la vista de Caracas frente a nosotros, siento a Virginia Urdaneta más allá del bien y el mal, como quien está de regreso cuando muchos van, y es por eso que habla de lo que siente, lo que no siempre es productivo cuando se está en manos de un director, al que no se le tiene la confianza suficiente para «entregarse».

Arquitecta de profesión, actriz de pasión y oficio, ella es una mujer visual, que conceptos elaborados en volumen y eso hace que no siempre logre adaptarse a quienes, al igual que Magdalena, buscan manipularla.

Como una actriz que busca un balance entre sus sentimientos y el decir cosas que quiere expresar,  Virginia Urdaneta me contó que ahora está en la fase de escritora, tratando de  plasmar su angustia  sobre los amores en los tiempos modernos, aunque suene a título no lo es, y todo lo que ese modernismo genera en las relaciones de pareja.

Esa mezcla de escritora, actriz, cuestionadora, hace que su personalidad no sea fácil ni de guiar ni mucho menos de controlar, por eso es que ella afirma que necesita un director, alguien en quien depositar toda la confianza como para fluir a través de  un montaje y aunque suene fuerte para los directores con los que ha trabajado, esa búsqueda continúa, porque ninguno la ha conseguido llenar lo suficiente.

Con esa personalidad, el texto de José Gabriel Núñez y un vestido rojo encendido Soliloquio ya no es solamente una obra, es un juego de seducción, de denuncia, y de despliegue de talento en escena, o esa es, mi Visión Particular.

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