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La tortura no siempre es la vía para lograr un objetivo

A propósito de Pedro y El Capital, de Mario Benedetti

PhotobucketJack Bauer, personaje interpretado por Kiefer Sutherland, a lo largo de las 8 temporadas que duró la serie «24», siempre usaba la tortura, la violencia física y verbal, e incluso la muerte como armas de intimidación para lograr una confesión que evitara alguna de las tantas crisis y complots que se vieron en la pantalla.

Ningún régimen está exento de la violencia, llámese gobierno de derecha, de izquierda o de centro. Sea en democracia, o en dictadura todos los gobernantes han hecho de la tortura una herramienta para lograr un fin, como aplicando la mal llamada teoría   de Maquiavelo que «el fin justifica los medios».Photobucket

Pero cuando justificación llega a los límites en que no importa nada de nada por conseguir los objetivos, como le sucedía a  Jack Bauer, que era  una persona despiadada, al parecer porque su trabajo lo hizo así, se pierde lo poco humano que le queda al hombre así  se pasen momentos de alta carga emocional e incluso se caiga en el llanto.Photobucket

Pero como dice el slogan: «Pasa en las películas, pasa en la vida, pasa en TNT» la realidad supera con creces la ficción. Por ejemplo,  «Han pasado 500 años de la conquista de América. Desde esa época tenemos en común la historia del primer genocidio en el continente y de feroces formas de tortura. La heroica resistencia de hombres de nuestro territorio a esta dominación continuó luego con las luchas comunes por nuestra independencia de toda dominación extranjera, y en este siglo y hasta la actualidad por conquistar nuestros derechos a una vida digna y a la libertad. Esto trajo también persecuciones, asesinatos, desapariciones, prisión y tortura para centenares de miles de hombres y mujeres de nuestro continente. En los últimos 20 años ha habido en casi toda América Latina feroces dictaduras». Estos sistemas  aplicaron la tortura física y psicológica, así como la desaparición forzada y el asesinato de los opositores políticos”.Photobucket

Pero en democracia la situación no ha mejorado, porque desde México hasta la Patagonia son constantes las denuncias de organismos como amnistía Internacional sobre violaciones a los derechos humanos, con torturas o desapariciones forzadas, aplicación de ley de fugas y un largo etcétera.Photobucket

Por ejemplo, Reuters publicó que una investigación de casi tres años liderada por los demócratas del Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos arrojaría que existen pocas evidencias de que las duras «técnicas de interrogatorio» que la CIA usó en prisioneros de alto valor lograron grandes avances en la lucha anti-terrorista. Las personas cercanas al proceso dijeron que los investigadores del comité, que han examinado registros del Gobierno del presidente George W. Bush, creen que no hay evidencia para respaldar las afirmaciones de algunos partidarios de Bush de que los métodos condujeron a golpes anti-terroristas. Los defensores de esas técnicas, que incluyen el «ahogamiento simulado», la privación del sueño y otras prácticas que los críticos definen como torturas, sostienen que han permitido el desbaratamiento de grandes planes terroristas y la captura de líderes de Al Qaeda.

Violencia psicológica vs. Violencia física

PhotobucketEl fallecido escritor uruguayo Mario Benedetti (Paso de los Toros, Uruguay, 14 de septiembre de 1920 – Montevideo, Uruguay, 17 de mayo de 2009) escribió en 1979 la obra de teatro Pedro y El Capitán, pieza que según el mismo contó  «lo pensé inicialmente como una novela, e incluso le había puesto título: El Cepo. Recuerdo que en un reportaje que en 1974 me hizo el crítico uruguayo Jorge Ruffinelli, como él me preguntara sobre mis proyectos literarios de entonces, le hablé justamente de una eventual futura novela, llamada El cepo, y le dije, más o menos: Va a ser una larga conversación entre un torturador y un torturado, en la que la tortura no estará presente como tal, aunque sí como la gran sombra que pesa sobre el diálogo. Pienso tomar al torturador y al torturado no sólo en la prisión o en el cuartel, sino mezclados con la vida particular de cada uno».Photobucket

«Pedro y El Capitán» es una de las 4 obras teatrales que escribió Benedetti (El reportaje (1958);  Ida y vuelta (1963) y El viaje de salida (2008), aunque muchas personas creen que fue la primera mencionada la única en su producción como dramaturgo, pese a ser un confeso apasionado por el teatro.Photobucket

La historia de este drama sitúa la  acción en un cuarto donde un preso político – Pedro –   es interrogado por El Capitán.   Este drama, en cuatro actos, fue escrito por Benedetti en su destierro de Uruguay, luego del golpe político-militar que marcó el inicio de la dictadura en su país. Sin embargo, la trascendencia de la obra está en que, lamentablemente, ese drama no solo sucede en dictaduras pasadas, sino en las actuales y en gobiernos que se consideran democráticos o «socialistas del Siglo XXI».Photobucket

Pedro y el Capitán ha sido representada en muchos escenarios, la versión impresa ha tenido decenas de ediciones, siendo llevada al cine y traducida a varios idiomas. Sin embargo, en Uruguay fue despreciada.  «Cedería todos los éxitos obtenidos por la obra en el exterior -confesó Benedetti en El Aguafiestas, biografía realizada  Mario Paoletti  – a cambio de una buena acogida en mi propio país».

Esta pieza latinoamericana llega ahora al teatro Municipal de Caracas, de la mano del grupo  Repico, bajo la dirección de Consuelo Trum.Photobucket

Como la obra es intimista y la sala del teatro Municipal es tan amplia,  la escenografía, de Emily Jolie, nos coloca a los personajes en un espacio  que asemeja una sala de interrogatorio, para presentarnos  a Pedro con capucha que nos imposibilitaPhotobucket ver su rostro al inicio de la función, y a El Capitán, con uniforme y saco negro largo, comenzando el largo juego del gato y el ratón, para lograr que el preso confiese y delate a sus compañeros de causa.

El Capitán, en la piel de Adolfo Nittoli,  en todo momento trata de mantener la imagen del «policía bueno» que quiere evitar las tortPhotobucketuras que recibe Pedro, interpretado por Vicente Peña,  y que poco a poco vamos viendo en la transformación de su cuerpo. Y si bien no hay tortura física en escena, lo que pasa más allá de esa sala, nos hace suponer  todo el horror de los «piquetes eléctricos», submarinos, privación del sueño, y otro largo etcétera.Photobucket

Lo que busca El Capitán es sencillo, lograr que su preso traicione a sus compañeros y «cante» como político arrepentido o juez con tardía consciencia. Pero Pedro parece tener el concepto de la lealtad y del compromiso más allá de cualquier agresión física.

La escena evoluciona y aunque siempre vemos a los mismos personajes, sus vestimentas hablan del paso del tiempo, de las reiteradas golpPhotobucketizas contra el detenido  y el peso del tiempo que pesa sobre el militar.

Confesiones más de tipo personal, que desarman poco a poco a El Capitán, y una final inversión de los roles son  muestra de que las convicciones pueden llegar a ser más fuertes que cualquier presión exterior

La palabra sobre la acción

PhotobucketAl ser una obra sobre tortura e interrogatorio es poco el movimiento que se puede generar en un espacio reducido como la sala donde están los dos personajes, por ello es texto, la palabra y la forma de decir los parlamentos se vuelve vital   para destacar el drama.Photobucket

En la función de estreno se sintieron algunos problemas con la posibilidad de escuchar el texto, ya que si bien El Capitán tenía cerca un micrófono de ambiente cada vez que salía de su zona de influencia, como al acercarse al proscenio, la voz se perdía, mientras que Pedro carecía de este recurso y en la parte más importante, su monologo casi final, es poco lo que se le entendía a  Vicente Peña, quien además por el esfuerzo físico de aparentar los golpes también debe hablar en tono bajo. Un detalle técnico que pude resolverse sin afectar el montaje.Photobucket

Los actores pese a esta limitación física para expresar con grandes movimientos sus acciones logran transmitir el ambiente entre estos dos seres que tienen objetivos precisos y que no quieren ceder espacio. La intención de los personajes se lograr dar a conocer en el público, así como su paulatina degradación,  tal vez más en Pedro que cuenta con la parte de vestuario y gestual  que lo hacen más claro al público.Photobucket

La dirección de Consuelo Trum es ajustada a lo que pide el texto, incorporando un elemento audiovisual, ya una marca personal en sus montajes, aunque en este caso ni engrandece ni empobrece, aunque también depende del lado de la sala en que uno se ubique y puede ver mejor lo que sucede con el video, pero representa una propuesta dentro de una pieza que es muy básica en su escena, mas no en su texto. Trum logra que los actores tengan «química » entre ellos si es que ese término se puede usar entre torturado y torturador, pero es algo que el público agradecerá porque verá a dos actores compenetrados con su trabajo.

 En Teatro Municipal pueden ver este montaje en un breve temporada que culmina este fin de semana del viernes 01, sábado 02 y domingo 03 de junio a las 5:00 con una entrada de 20 bolívares, que se pueden retirar minutos antes de la función en las taquillas del teatro.Photobucket

Traición,  libertad, tortura son los temas centrales de Pedro y El Capitán, una obra que podría asociarse con muchas realidades actuales, internas, foráneas, o simplemente ser una ejercicio de una época pasada, que no volverá, pero que será  el espectador el que determine si la ficción supera a la realidad, o como generalmente pasa, es al revés. O esa es mi Visión Particular.

Les dejo un video como adelanto de esta obra