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Como “La Tempestad”, la vida es un constante movimiento

Vivir así a tu lado no es normal, yo busco paz y tú eres tempestad

Romeo Santos

“Los problemas que enfrentamos todos los días, los conflictos con otras personas, la lucha por sobrevivir, por mantener la cabeza sobre el agua, la angustia del día a día, proteger a los que amamos. Crisis del país, el futuro, la inestabilidad. Crisis del planeta, la fuerza de la naturaleza que al haberla violentado ahora está mostrando sus garras con huracanes, tsunamis y terremotos por todas partes. Pero la tormenta siempre pasa. La lluvia siempre escampa. Las heridas se curan y las lágrimas se secan. Todo es un ciclo, como el oxigeno que inhalamos y exhalamos. Y aceptamos que las perdidas, el dolor y el pasado siempre van a ser parte de nosotros (…) Al final hay compasión, serenidad y paz”.

Estas palabras de Ximena Borges resumen lo que el público pudo ver en el teatro Chacao en 4 funciones del espectáculo  “La Tempestad”, que unió arte visual con canto lirico, presentado de una manera que fuera una experiencia viva, porque, como decía el programa de mano a manera de editorial, “mientras más lejano en el tiempo es un libro, una obra de arte una pieza musical, más miedo y respeto le tenemos”.

El artista venezolano Jacobo Borges mezcló  su talento creativo al conjugar imágenes abstractas, con elementos cotidianos, junto a la voz de su hija, la soprano Ximena Borges, para ofrecerle al público un concepto distinto a lo que se entiende a la hora de escuchar una interpretación de música clásica.

Comenzando con la soprano izándose desde el mismo público, este espectáculo, producido por la compañía Cirque Parallel, con el patrocinio de Cultura Chacao, fue una corriente de ingenio, que como una lluvia incesante mantuvo a los espectadores sentados en sus asientos, viendo e imaginando qué nuevo giro tomarían las arias cantadas por Ximena Borges.

En “La Tempestad” no hay personajes,  ni existe una narración, un argumento, tampoco hay intermedio. Son 60 minutos de música, canto e imágenes fluyendo, que genera tanta concentración del público en lo que está viendo, con proyecciones sobre fondos blancos, que – cosa rara en los espectadores caraqueños – no aplaudían entre cada tema interpretado con el acompañamiento de la agrupación RicercArte Ensamble, quizás para no interrumpir la concentración de la soprano, esperando el final para demostrarle que lo visto había sido del agrado de quienes el día del estreno, que fue la fecha que asistí, colmaron el teatro, donde no cabía nadie más.

Arias de óperas como What passions cannot music raise and quellWith darkness deep as is my woeScoglio d’immota fronte, y Convey me to some peaceful shore, de G.F. Handel; Nel grave tormento, y Se viver non degg’io, de W.A. Mozart, fueron algunas de las piezas poco conocidas  de estos autores que interpretó Ximena Borges, acompañada de RicercArte Ensamble, agrupación integrada  Boris Paredes y Berushka Paredes (violín), Alexander González (viola), Manuel Hernández (cello barroco), Rubén Guzmán (clavecín).

A lo largo del montaje se observan imágenes que mezclan el paso de la lluvia por el barro, lo que hace con los objetos inmóviles, y se fusionan con el movimiento que en escena tiene Ximena Borges,  quien con pequeños cambios de vestuario, unas chaquetas largas de colores, sobre un mono negro, da colorido y acompaña su interpretación con movimientos de danza que reflejan los sentimientos que exponen las arias, desde alegría, a la tristeza, al drama o la esperanza.

Los músicos, todos vestidos de blanco, interpretando en vivo las melodías clásicas son un regalo a los oídos porque dan el ambiente necesario para apreciar aún más la calidad vocal de la soprano, además que están integrados en la escenografía para no molestar a la vista pero ser un elemento que da volumen a la escena., que la completan unas figuras totalmente vestidas de negro que a manera de ballet apoyan en la coreografía, y son los “tramoyistas” encargados de hacer los cambios de escenas, dándole así una mayor movilidad a todo lo que sucede en las tablas.

El silencio era total en el Teatro, porque todos estaban pendientes de ver qué estaba sucediendo en el escenario, ya que la propuesta visual y lírica no es algo que se vea con normalidad en Caracas, aunque en 1967 Jacobo Borges junto a otros artistas, llevó a cabo «Imagen de Caracas», un proyecto que como él mismo explicó durante la rueda de prensa previa a «La Tempestad»,  fue en ocasión del cuatricentenario de Caracas e incluso involucró  a científicos de Francia para desarrollar equipos que no existían en esa época, donde las computadoras eran operadas con tarjetas perforadas, para manejar 8 proyectores de cine, 40 proyectores de diapositivas, lo que demuestra su interés en el mundo digital, aún cuando no se pensaba su existencia.

El montaje es “minimalista”  pues el escenario está solamente adornado con algunas columnas que sirven de textura para proyectar las imágenes, y darle volumen para que Ximena Borges pueda desplazarse, y los elementos utilizados en los videos son todos de tipo casero, carritos, tierra del hogar, papel,  incluso las manos del artista plástico están dentro de la proyección.

Tanto el concepto de “La Tempestad” como de “Imagen de Caracas” tienen similitudes, porque como explicó Borges, el padre, “yo trabajé  con el montaje horizontal, porque nosotros estamos aquí, pero más allá, en la calle hay otra acción, que es simultánea, es decir que es horizontal, porque mientras pasa una cosa aquí, está pasando otra en el mismo escenario”.

Familia unida…

Esta “Tempestad” – por coincidencias de la vida –  tiene casi el mismo nombre de la última pieza donde trabajó  Jacono Borges, “Lo que dejó la tempestad”, de César Rengifo, aunque  en aquella ocasión fue el escenógrafo de José Ignacio Cabrujas. Años después, Borges regresa al mundo teatral para unir en escena a la familia, porque si bien Ximena Borges fue la guionista y la de la idea, y él  fue el productor, director y diseñador de la imagen, Diana Carvallo, esposa y madre, fue la coordinadora ejecutivo, mientras que Ezequiel Borges, fue el responsable de la cámara en la grabación de las imágenes que se vieron en el espectáculo,  y en conjunto conforman la compañía Cirque Parallel, lo que demuestra que para estar unida, la familia debe trabajar junta.

«Cuando entré al teatro me encontré con un ambiente que me es familiar. Es mi segundo hogar, al que regreso con un proyecto concebido por mi hija», fue la explicación que dio Jacobo Borges sobre acercamiento al teatro Chacao, que es lo que de alguna manera lo “enamoró” del proyecto para hacer el montaje en este espacio.

Ese interés que Jacobo Borges siempre ha tenido por la tecnología se lo inculcó a su hija, porque ella misma relató en la rueda de prensa que su papá la «educó para que fuera activa con los aparatos, yo manipulaba el VHS. Yo tenía un reproductor de casete, de juguete; un día llegué y él no había sacado el de «La flauta mágica» de Mozart, se lo quité, y desde entonces esa música no paró de sonar».

“La Tempestad” se nos presenta, de acuerdo al programa de mano, como una Ofrenda a Caracas en su 445 años de fundada, un espectáculo que nos recuerda lo que sucede en esta ciudad, ex de los techos rojos, cuando por caprichos de la naturaleza llueve y transforma sus calles, avenidas e incluso a las personas, en  elementos que pasan por diversos estados, algunos de alegría, otros de tristeza, otros de tragedia, que conforman la vida de quienes habitan este Valle y que, con todos sus problemas, tienen la esperanza que – al final de la lluvia – salga el sol nuevamente  y nos dé el mejor rostro para continuar con esto que se llama VIDA, o esa es mi Visión Particular.