Al final de «Cien años de soledad», la obra del premio nobel de literatura Gabriel García Márquez, las hormigas se llevan al bebé con cola de cochino, un producto del incesto y que para muchos es la representación del «realismo mágico». Las relaciones carnales entre parientes cercanos no son nada nuevas, tampoco con resultados tan dramáticos como los que narra el colombiano en su obra.
El incesto, si uno se basa en la historia – no la que crean los literatos, sino en la cronología de sucesos ocurridos a lo largo de la vida del hombre – está llena de casos de amor y descendencia entre parientes.
Desde el padre Abraham, que se casó con su hermana Sara, al papa renacentista Alejandro VI, que no dudó un segundo a la hora de «hacerlo» con su hija, Lucrecia Borgia; pasando por Nerón que se acostaba con su madre y Calígula con tres de sus hermanas. En la Edad Media, el Rey Arturo tuvo un hijo con su hermana Morgana. En Egipto, la dinastía ptolemaica y muchos faraones se entregaban a prácticas incestuosas, todos son casos don este tema “tabú” es el pan nuestro de cada día.
En el campo de las artes el incesto tampoco es ajeno, Lord Byron (poeta) aún estando casado, tuvo una hija con su hermanastra Augusta – también casada – mientras que el músico Johann Sebastian Bach desposó a su prima Maria Barbara en 1707, o la escritora Anaïs Nin que en su libro «Diario amoroso» (1931-1932) cuenta con detalles su amor con su padre luego de estar sin verlo por 20 años. El cineasta Woody Allen comenzó una relación sentimental con su hija adoptiva adolescente Soon Yi y acabó casándose con ella. Por último, en una larga lista que pasaríamos mucho tiempo detallando, está Edgar Allan Poe, quien a los 20 años se fue a vivir con su tía y se enamoró locamente de su prima Virginia, casándose con ella algún tiempo después.
Y el caso de Poe es el que finalmente nos trae al tema a desarrollar, que no es otro que el incesto y sus consecuencias, porque este autor norteamericano – de historias de horror y cuentos oscuros – produjo una historia que tiene en el incesto su entretelón.
Con el nombre de “El Hundimiento de la Casa Usher” (1839) este cuento de Poe pone al descubierto una enredada trama para hablarnos de las relaciones incestuosas de la época Victoriana.
El relato gira en torno a la muerte, tomando como referencia a una pareja de hermanos «los Usher», que viven en concubinato, pero para hacerlo más retorcido, resulta que Frederick Usher, entierra viva a su hermana – Madeline Usher – pero ella resucita, lo que provoca la caída de todas las mentiras que el señor de la casa había hecho al narrador de la historia.
Se podría decir que hay algo de autobiográfico en este cuento porque Poe experimentó algunos detalles: La muerte de su madre y de su esposa; el incesto ya que como se dijo se casó con su prima, el alcoholismo del hermano Usher, ya que él vivió así gran parte de su vida, entre otros ejemplos.
Del libro a la escena
Aunque esta obra literaria ha pasado del libro a la pantalla grande, ahora, el teatro de La Penumbra subió a escena con su segunda temporada de la obra «LOS ÚLTIMOS USHER», una adaptación de este cuento de Edgar Allan Poe, en versión y dirección de Edward Parúh, que fue presentada en la Sala Horacio Peterson de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte).
Nicolás James Crowell – interpretado por Fernando Garantón – es un visitante que debe recorrer varias horas a caballo para llegar a la casa de su amigo Roderick Usher, caracterizado por Edward Parúh, quien a pesar de ser de algo mayor que Crowell, se ve como un anciano moribundo.
Donde trascurre la historia es un espacio oscuro que se sirve de esa penumbra, para que figuras oscuras, interpretados por Alexandra Arteaga, Juan Leal, Sofía Meléndez y Jorge Parra, sean las que incorporen en el escenario los muebles y accesorios que utilizan los actores, pero a la vez – a diferencia de la técnica usada por el Teatro Negro – el espectador pueda ver sombras porque son parte de las situaciones que se generan para «atormentar» a quienes habitan en ese hogar.
Una mujer, Lady Madeline, interpretada por Daneybis Gómez, se pasea constantemente como la esposa enferma, quien finalmente fallece y es enterrada. Pero como sucede en la vida, nada queda ocultó y Crowell comienza a sospechar la verdad sobre su amigo y su esposa cuando dice: “Una vez depositada la fúnebre carga sobre los caballetes, en aquella región de horror, retiramos parcialmente hacia un lado la tapa todavía suelta del ataúd, y miramos la cara de su ocupante. Un sorprendente parecido entre el hermano y la hermana fue lo primero que atrajo mi atención, y Usher, adivinando quizá mis pensamientos, murmuró algunas palabras, por las cuales supe que la muerta y él eran mellizos y que entre ambos habían existido siempre simpatías casi inexplicables».
Los Usher cuentan entre su personal con Mr. Seifried – Douglas Suniaga – quien hace las veces de mayordomo y cuidador de la moribunda, que en ocasiones recuerda al personaje «Largo» en la serie de «Los Locos Addams», no solo por su estatura, sino por la casi falta de expresión en su rostro y ademanes al moverse.
La muerte regresa para cobrar su venganza, si es que en realidad estaba difunta y no era un caso de estado catatónico, pero lo cierto es que al final, un envejecido Crowell, ahora interpretado por Anthony Castillo, logra escapar de su encierro para poder contar esta historia de amor – odio entre parientes más que cercanos.
Esta puesta en escena se nutre mucho de la voz en off del narrador, que es el mismo Crowell, quien lleva el peso de la obra, lo que en el este montaje desluce pues las condiciones actorales de Garantón no ayudan al personaje. Desde su tono de voz, a su gestual son pocos los elementos que ofrece este actor para hacer convincente su papel, además de “atropellar” el texto y problemas de dicción que hace que el parlamento se le escape de la boca y no llegue con fuerza al espectador.
Parúh en sus varios roles, como adaptador- director – actor, resulta en ocasiones forzado al tratar de interpretar un hombre con las dolencias que requiere el personaje, lo que unido a la máscara que utiliza en la obra, hacer recordar más al protagonista de la saga SAW, por el maquillaje que emplea en las tablas.
El resto de los personajes, tanto Gómez como Suniaga como los fantasmas, sirven de apoyo a los dos protagonistas, quienes son responsables ante el público de la credibilidad o no que genere la pieza, que en gran parte de esos 40 minutos de escenificación no se logra, por las fallas de actuación.
En general, «LOS ÚLTIMOS USHER» es un montaje que demuestra lo que están haciendo los nuevos creadores y artistas de la escena nacional, muchas veces con aciertos, en otras ocasiones no tanto, pero hay que seguir intentándolo, porque solo el «ensayo y error» servirá para mejorar y conocer nuestras limitaciones, o esa es mi Visión Particular.
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me gustó mucho la crítica, muy agradecido de contar con esta visón particular que nos ayuda a seguir creciendo, esperamos seguir contando con ustedes y sus comentarios para nuestras futuras presentaciones y que puedan disfrutar con nosotros de nuestra evolucion escenica, les invitamos a siguenos por https://www.facebook.com/elteatrodelapenumbra y conocer otros trabajos realizados por EL TEATRO DE LA PENUMBRA.